Las emociones morales
El desarrollo moral inadecuado de los niños afecta cada aspecto de nuestra sociedad, la armonía de nuestros hogares, la capacidad de enseñanza de nuestras escuelas, la seguridad de nuestras calles y la integridad de nuestros valores sociales.
Un desarrollo moral satisfactorio significa tener emociones y conductas que reflejen preocupación por los demás, compartir, ayudar, estimular, mostrar conductas altruistas, ser tolerante y tener voluntad de respetar las normas sociales.
El deseo de preocuparse por los demás sin duda forma parte de nuestro material genético. Pero a pesar de esto, estudios de diferentes culturas muestran que el desarrollo moral puede verse directamente influido por prácticas y valores educativos.
Una variedad de emociones negativas motivan a los niños a aprender y practicar conductas prosociales, incluyendo:
- v El miedo al castigo
- v La angustia respecto de la desaprobación social
- v La culpa por no cumplir sus propias expectativas
- v La vergüenza al ser descubiertos mientras hacen algo que resulta inaceptable para los demás.
Las dos emociones principales que modelan el desarrollo moral de un niño son la empatía y el instinto de atención, que incluye la capacidad de amar. Tomaremos en consideración en primer lugar las fuerzas positivas que dan forma a la conciencia de nuestro hijo porque el hecho de ser padres positivos es más compatible en nuestra cultura occidental centrada en el niño. Sin embargo, sería un error que los padres ignoren el hecho de que las emociones negativas , particularmente la vergüenza y la culpa, constituyen también aspectos importantes en la edificación del carácter de su hijo.
Cómo alentar la empatía y la atención
La recompensa de enseñarles a los niños a mostrar más empatía es enorme. Aquellos que tienen fuertes capacidades empáticas tienden a ser menos agresivos y participan en una mayor cantidad de labores sociales, tales como ayudar y compartir. Como resultado de ello, los niños empáticos con más apreciados por pares y adultos y tienen más éxito en la escuela y en el trabajo. No resulta sorprendente que los niños empáticos crezcan con una mayor capacidad de lograr un contacto íntimo en sus relaciones con sus cónyuges, amigos e hijos.
Las etapas de la empatía
Los psicólogo del desarrollo dicen que existen en realidad dos componentes para la empatía: una reacción emocional hacia los demás, que normalmente se desarrolla en los primeros seis años de la vida de un niño, y una reacción cognoscitiva, que determina el grado en el que los niños de más edad son capaces de percibir el punto de vista o la perspectiva de otra persona.
Se puede observar una empatía emocional en la mayoría de los niños pequeños a lo largo de su primer año de vida. Los bebes suelen darse vuelta para observar a otro niño llorar y frecuentemente se pondrán a llorar también, a esto se le denomina empatía global, debido a la incapacidad del niño de distinguir entre él mismo y su mundo, interpretando la aflicción de otro bebe como la propia.
Entre la edad de uno a dos años, los niños ingresan en una segunda etapa de empatía en la que pueden ver claramente que la congoja de otro no es propia. La mayoría de niños de esa edad tratan en forma intuitiva de reducir la congoja de otro. Sin embargo debido a su desarrollo cognoscitivo inmaduro, no están seguros de lo que deberían hacer exactamente, adquiriendo un estado de confusión empática. Algunos niños nacen con más empatía que otros. Algunos niños de uno a dos años, responden a la congoja de otros niños con una expresión de sentimientos empáticos e intentos directos por ayudar, mientras que otros se limitaron a observar y expresar más interés que preocupación.
A medida que sus capacidades perceptivas y cognoscitivas maduran, los niños aprenden cada vez más a reconocer los diferentes signos de la congoja emocional del otro, y son capaces de combinar su preocupación con conductas adecuadas.
A los seis años empieza la etapa de la empatía cognoscitiva, capacidad de ver cosas desde la perspectiva de otra persona y actuar en consecuencia. Las capacidades relacionadas con la adopción de una perspectiva le permiten a un niño saber cuándo acercarse a un amigo desdichado y cuando dejarlo tranquilo. La empatía cognoscitiva no requiere de comunicación emocional (tal como el llanto), porque un niño ya ha desarrollado entonces un punto de referencia o modelo interno respecto de cómo puede sentirse una persona en una situación de congoja, ya sea que lo muestre o no.
Hacia el final de la niñez, entre los diez y doce años, los niños expanden su empatía más allá de aquellos a los que conocen u observan directamente, para incluir a grupos de gente que tiene menos ventajas que ellos, ya sea que vivan en otra cuadra, o en otro país. Cuando los niños hacen algo acerca de esas diferencias percibidas a través de actos caritativos y altruistas, podemos suponer que ha adquirido en forma completa la capacidad de empatía del coeficiente emocional.
Bibliografía
Lawrence E. Shapiro, La inteligencia emocional.
Carolina Romero Reyes
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